La línea del mar Mediterráneo divide dos mundos enfrentados por un abismo económico, social y político.
Aún con sus altibajos, se podría decir que la Unión Europea es un remanso de prosperidad, estabilidad económica, institucional y democrática.
En comparación, África del Norte y los países de Medio Oriente están sumidos en una de sus peores crisis en décadas: guerras civiles, millones de desplazados y extremismo fundamentalista.
La renta per cápita en Europa es 14 veces la de los países del sur.
Ni ese símbolo de desigualdad marcado por una frontera que son Estados Unidos y México se le compara.
¿Estamos ante un callejón sin salida de pobreza y violencia?
La declaración de Barcelona
El actual pesimismo en torno a las relaciones entre el norte y el sur del Mediterráneo apunta en esta dirección, pero en la década del 90, con el fin de la Guerra Fría y los acuerdos de paz entre palestinos e israelíes, se respiraba otro aire que dio lugar a la declaración de Barcelona de 1995.
Esta declaración, firmada por los entonces 15 países de la Unión Europea y 12 naciones islámicas, sería la base de la Unión por el Mediterráneo (UpM), una institución de 43 países creada en 2008 para "promover la paz, estabilidad y prosperidad".
Sergi Farre, asesor diplomático y portavoz del Secretariado del UPM, admitió a BBC Mundo que los resultados no fueron los esperados.
"Han pasado 20 años desde la declaración de Barcelona y tenemos crisis inmigratoria, terrorismo, lo leemos todos los días en los periódicos. Eso no quiere decir que no se haya hecho nada.
"Hay una agenda positiva de proyectos. El mismo hecho de que exista UpM es un avance si se tiene en cuenta que allí participan, junto a la Unión Europea, Israel y los países musulmanes", señaló.
Más comercio, menos violencia
El potencial existe.
En estos momentos el 90% del comercio de esta Unión por el Mediterráneo es intraeuropeo, el 1% entre las naciones islámicas y solo el 9% entre el norte y el sur.
La debilidad del comercio intraislámico es patente: hay mucho más intercambio de esos países con Europa que entre sí mismos.
Al mismo tiempo un sustancial 12% de las exportaciones europeas van a esa zona mientras que el 40% del suministro energético de la UE proviene del sur del Mediterráneo.
Según Anwar Zibaowi, coordinador de la Asociación de Cámaras de Comercio e Industria del Mediterráneo (ASCAME), es posible crecer con realismo.
"Necesitamos una política europea más coherente y decidida. La UpM ha sido un paso acertado, pero insuficiente. Lo que la región precisaría es un Plan Marshall. ¿Existe la claridad y la voluntad política para hacerlo?", indicó a BBC Mundo.
Los deseos y la realidad
La distancia entre la UpM y un plan Marshall es tan sideral hoy como la que separa a las naciones a ambos lados del Mediterráneo.
La UpM maneja un presupuesto de US$5.400 millones que le permite actuar como facilitador de iniciativas que son luego financiadas por Bancos de Desarrollo europeo o los mismos países miembros de la unión.
Con estos escasos recursos ha completado iniciativas que beneficiaron a 200 mil jóvenes, entre ellos 50 mil mujeres, en tres áreas principales: empleo e inclusión social, desarrollo sostenible y empoderamiento de la mujer.
"Son proyectos limitados, pero muy importantes para los beneficiarios. Estamos hablando de capacitación laboral, de la creación de la Universidad de Fez en Marruecos que recibirá a 6 mil estudiantes o los programas para el empleo independiente de las mujeres", señaló a BBC Mundo Farre.
Los 37 proyectos en curso representan una inversión de US$5.400 millones.
Respuesta europea
En la Unión Europea parecería haber una creciente consciencia del tema acicateada por la crisis inmigratoria y el extremismo islámico.
En noviembre, la UE planteó un reforzamiento de su Política de Vecindad.
En los US$16.800 millones de presupuesto para este fin hasta 2020, las dos terceras partes se destinarán al Mediterráneo.
Con ese marco de fondo se realizó en noviembre una cumbre de la UpM para darle nuevas alas al organismo.
Más allá del impacto concreto que tengan estas iniciativas, están bien lejos del Plan Marshall que reclama la Cámara Empresaria del Mediterráneo.
Y la realidad es que los peores obstáculos no son económicos: son políticos.
Un inmensa sed
Hoy la volatilidad del Magreb y Medio Oriente es alarmante.
Las cifras de desempleo dan una idea del trasfondo económico-social.
En uno de los países más prósperos y estables, Marruecos, el desempleo es del 9%, pero a partir de allí crece en los demás países (Argelia 11,3%, Egipto 12,3%, Túnez 15%) y, por razones obvias, es inconmesurable en naciones sumidas en guerras civiles, como Libia o Siria.
Desde la UpM reconocen estas dificultades, pero se niegan al pesimismo.
"Le pongo un paralelo histórico con todas sus diferencias: los Balcanes en los 90. En ese momento nadie pensaba que se podía salir de una crisis de guerra civil y conflicto permanente. Hoy Croacia y Eslovenia son miembros de la Unión Europea y la región tiene problemas como todo el mundo, pero vive en paz", indicó Farre a BBC Mundo.
La guerra de Kosovo 1998-1999 entre la entonces República Federal de Yugoeslavia y rebeldes kosovares apoyados por Albania y la OTAN marcó el último capítulo de una historia que también parecía un callejón sin salida.
Pero la realidad es que la historia ofrece enseñanzas, paralelos; no réplicas.
Queda por ver si estos pueblos del sur y oriente del Mediterráneo que hoy parecerían condenados a cien años de soledad tendrán una segunda oportunidad sobre la Tierra.
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